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Reflexiones sobre el rol del gremio y las asambleas de delegados

Por Henry Ayala    Ya una vez en facultad tuve recién el agrado de conocer a Mr. Weber, el cual trajo consigo la idea locaza de darle suma importancia al líder carismático que es él quién nos salvará de la … Sigue leyendo

Unnatural Selection

Por Henry Ayala

Ollanta Humala es el virtual ganador de estas elecciones presidenciales. La democracia es la ganadora indiscutible del escrutinio, el cual se percibió bastante polarizado e hizo recordar en ocasiones al peleado MVLL-Fujimori de los 90s. Es más, los resultados al conteo rápido son prueba fehaciente de lo dividido que resultó estar el Perú a la hora de ir a votar. Los peruanos discernimos entre la moralidad, el retroceso, las dudas y las certezas avocados hacia la construcción de un futuro mejor. ¿En estas elecciones ganó el Perú? ¿Qué significan estos resultados electorales? ¿Ahora qué hacemos? Vamos por partes.

Probablemente, sobre todo a la hora de acudir a nuestros locales de votación el 10 de abril, nunca nos hubiéramos imaginado (trágame tierra) a los dos candidatos que quedarían para el segundo round electoral. “No eligieron los ignorantes, eligieron los ignorados” decían por ahí, recordando lo escindido que está el país en materia de construcción del Estado-nación. Keiko Fujimori, para muchos, representaba la corrupción y la tacleada continua a los derechos humanos (cortesía de Fujimori Sr.); mientras que Ollanta Humala, para otros, era la viva imagen del chavismo venezolano y la de un fantasma estatista ensimismado en declararles la guerra a los chilenos. Fueron casi dos meses de parafernalia electoral y campaña sucia: ataques, metidas de pata de voceros, cambio de planes, acogida de técnicos, llamadas telefónicas y un larguísimo y estruendoso etcétera. El Perú, una vez más, se partía en dos bandos pidiendo la cabeza del líder opuesto, dividiendo universidades (sí, la PUCP estaba dividida, duela a quien le duela), familias e incluso grupos de amigos ante las preferencias electorales de cada votante.

Si bien se habló de reforma del modelo económico, esta segunda vuelta no se trató de ricos vs. pobres. Siendo ambos candidatos catalogados como más asistencialistas o más cercanos al horizonte estadonacional (según Alberto Vergara, el que pide a gritos formar parte del estado-nación), urgió la necesidad de pelear voto a voto el sector CDE. Incluso el AB no tuvo un candidato fijo. En los 90’s, por ejemplo, se habló de un 80% de votos de la clase socioeconómica alta para Vargas Llosa. A punta de intelectuales y faranduleros, Humala y Fujimori (respectivamente) remecieron el país en busca de ese voto indeciso proclive a dibujar falos en las cédulas (maximum trolling?). [1]

Se podría hablar de un clivaje, palabra fetiche de los politólogos, para caracterizar estas elecciones. Tal vez decir que el país se dividió entre NAKers (No a Keiko) y Fujimoristas no sea tan arriesgado. En fin, ¿no fue el “Fujimori Nunca Más” capaz de reunir a unas cinco mil personas en el centro de lima en protesta contra lo que significó (y significa) el fujimorismo?[2]. Poco a poco el Instant Memorex [3] surtió efecto dentro de las mentes de miles de compatriotas, creando así un grupo de ciudadanos prestos a defender su memoria y no dejar impunes las miles de pérdidas humanas causadas durante los 90s. El hashtag #26M en twitter solidifica ese rotundo NO que se gritó a viva voz en campo de Marte, deseoso de encaminar el país en el aprendizaje de sus errores.

Ojo que estar en contra de Keiko no significa una devoción total a Ollanta: El NAK demuestra una acción colectiva basada en la dignidad del pueblo peruano y el total rechazo contra el autoritarismo y la corrupción vivida en los años 90 bajo el fujimorismo. Un No a Keiko no es un Sí a Humala rotundo. Si hubiera sido Toledo o PPK el contendor de Fuerza 2011, habrían obtenido la misma campaña indirecta y el beneficio del “anti-voto” que obtuvo el candidato nacionalista; y viceversa si se tratara de los anti-Chávez. El objetivo del NAK era claro: si hubo personas u organizaciones que trataron de enrumbar dicho fin hacia uno más proselitista a favor a la candidatura de Humala, sería tan reprobable como la propia polarización de los medios.

AL parecer la victoria de los NAKers se asoma por la ventana como el amanecer. Al final no ganó el regreso al fujimorismo y se viene un nuevo rumbo nacionalista. Sin embargo, la noche pasada nos deja un ambiente de guerra civil que resolver: una dura batalla se llevó a cabo durante dos meses en nuestro país. Naranjas y rojos, urbanos y rurales, limeñitos y provincianos: Lo que se necesita ahora es amistar de nuevo a estas dos mitades de electores. Si algo demostraron estas elecciones es que la imponente Lima no decide por sobre el Perú entero. Es menester sanear los pesares y las enemistades causadas por esta competencia electoral para dar frente a una nueva concertación, capaz de enrumbar al país hacia un crecimiento sostenible, contribuyendo con una distribución de la riqueza que no se base en una política de “chorreo”. Se necesita hacer tangibles los porcentajes de lucha contra la pobreza, que tanto Alan García pavoneaba en conferencias, para el ciudadano de a pie: Ganara quien ganara, el Perú seguiría estando ahí, el tiempo no se detendría, el peruano igual lucharía día tras día por un mejor mañana. “A pesar de todo yo me quedo en el Perú, y tú?”[4]. El siguiente paso hacia la reconciliación de estos dos frentes queda de nosotros. Izquierdistas, NAKers, Fujimoristas, PPKausas: El futuro lo hacemos todos.

Finalmente, las dudas de Humala siguen teniendo la posibilidad de convertirse en certezas en el nuevo gobierno que se aproxima. Por ello, nuestro papel como ciudadanos ahora debe ser la constante fiscalización de las buenas prácticas gubernamentales y el respeto a los derechos humanos y la democracia. Esas mismas personas que acudieron a marcar la O en la segunda vuelta serán también las primeras en marchar por la democracia ante cualquier intento golpista o movida de corte autoritario en el gobierno que se avecina. Vigilantes, vigilantes peruanos con el nuevo gobierno para asegurar el futuro de nuestra amada democracia.

Concluyo con la frase con la cual un conocido y cachetón blogger tituló su columna dominical: Bienvenidos a la resistencia. Esa resistencia que no se quedará callada ante las irregularidades que puedan surgir durante el periodo de Humala, que estará pendiente con cada punto del plan de gobierno y pretenderá colaborar con el proyecto país que todos queremos. Dicho bastión no solo se debe tratar de dar la contra cual necio: involucra una visión más constructiva que destructiva, en donde a todos nos une el mismo sentimiento de asegurar el sendero de crecimiento que nuestro país va logrando al caminar durante gestiones anteriores. Que nuestro (virtual hasta ahora) nuevo presidente tenga en cuenta que por cada Bagua, petroaudio o “disolver!” habrán cientos de protestas y movilizaciones en pro de la democracia y el buen gobierno. Oposición somos todos. El 5 de junio al votar por Humala no firmamos un cheque en blanco.

La resistencia comienza aquí y ahora.

Sountrack: Unnatural Selection – Muse